El esqueleto
De pronto, el esqueleto tropezó con una piedra y yo paré de correr; quería saber si se había muerto, pero de repente se levantó otra vez y empezó a correrme.
Me asusté tanto que empecé a acelerar de nuevo. Yo me caí esta vez y el esqueleto me miró; entonces me levanté y fui yo el que lo empezó a correr a él. Fue una locura porque el esqueleto se escondió atrás de un arbusto de la plaza. Yo no veía y lo empecé a buscar por todo el lugar hasta que lo encontré casi moribundo y le pregunté: - ¿estás bien? y él me contestó: - NO. Entonces lo ayudé a levantarse y de nuevo empezó todo.
Llegué a la editorial, me encerré con llave, puse trabas, clavos, de todo… Tomé un café rápido y pensé cómo podía hacer para buscar ayuda. Entonces llamé a mis hermanos pero ninguno contestaba el teléfono. Me puse nervioso y fui otra vez a la calle para ver si estaba, pero no lo vi. Finalmente, cansado de tantas andanzas, regresé a la plaza y le pregunté si quería ser mi amigos y él me dijo que sí.
A partir de entonces, somos inseparables.
Paula Ramírez 6º A
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