Un martes trece
En la primera noche martes trece del verano, todos los chicos de la quinta de mi tío, estaban contando historias de terror. Yo no creía, pero siempre estaba alerta.
El cuento que contó Eduardo era el peor, no asustaba y lo relató muy mal. Parecía muy asustado, pero nadie le creía. Contaba que vio, en una noche oscura y silenciosa, a alguien pequeño y con una vestimenta rara. Al parecer con lo decía era una especie de gnomo o duende.
La misma noche, antes de dormir, “Edu” seguía pensando en lo que le pasó, y para consolarlo me quedé con él, hasta que se calmó.
Cinco minutos después ambos nos dormimos.
A las tres en punto de la madrugada me levanté para ir al baño. Miré por el espejo, y detrás de la bañadera, observé una pequeña criatura. Me acerqué por curiosidad; un sudor frío resbalaba por mi mano, ya empezaba a creer en la historia de “Edu”. De repente la criatura saltó a mi cara; me mordió y por ese motivo empecé a sangrar. Me resbalé con agua que cayó de la pileta cuando me lavé las manos y me rompí la cabeza con un golpe seco. Nadie me vio hasta las once del mediodía. Todos estaban tristes, pero yo no; porque al final al duende lo maté. Nunca más voy a dudar de ninguna historia, por más falsa que parezca.
Pablo – Agustina – Micaela 6º B
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